viernes, 2 de octubre de 2015

'El informal' o la importancia de la complicidad con el espectador

Mi madre, una persona a la que admiro profundamente, me ha dado cosas magníficas: una buena educación y unos valores sólidos. Una de las cosas que más le agradezco es haberme criado en una casa donde había múltiples referentes culturales. Serrat, Quino o Gila son algunas de las personas por las que mi madre me transmitió veneración. Pero eso no es todo porque, gracias a la señora Bermejo, crecí con programas maravillosos: 'Caiga quien caiga', 'Las noticias del guiñol', 'Lo + Plus' o 'El informal'.

Y, con el paso de los años, valoro cada vez más estos detalles. Porque crecer sin haber cantado aquel "Pelo pa'trás, pelo pa'trás" no hubiera sido lo mismo. Muchos de los chistes los entendí con el paso del tiempo pero aquellos locos que habitaban el access de Telecinco marcaron mi infancia con ese buen rollo que transmitían. Porque ese era el principal valor de 'El informal': la química que tenían. Ese buen rollo traspasaba la pantalla y hacía sentir al espectador uno más, algo imprescindible en cualquier programa de entretenimiento. Sin necesidad de hashtags, redes sociales ni trending topics, 'El informal' conseguía ser el tema de conversación al día siguiente en la oficina.

Al frente del espacio estaban dos grandes comunicadores: Javier Capitán y Florentino Fernández. Ambos eran conscientes de sus roles de "poli bueno" y "poli malo" y jugaban con ellos, pero sin atarse a sus papeles, portándose como niños traviesos. Pero no estaban solos en plató porque les arropaban secundarios de lujo como Miki Nadal, Inma del Moral, Patricia Conde o Felisuco. Ellos rompían la dinámica del programa y lo hacían más ameno, gracias a sus reportajes o, simplemente, a sus ocurrencias. Y todos, gracias a su carisma, consiguieron el gran logro de la televisión: colarse en la casa de los espectadores, ser uno más de la familia.


Muchas cosas han quedado de aquel estupendo programa. Las falsas tomas falsas, que marcaron una época, o los videoclips que grababan cada vez que sumaban 100 ediciones más  ("Me quiero reír" o "Estoy hecho un chaval" son brutales) serán recordados aunque pasen mil años. Pero, sobre todo, lo que pervivirá es aquel espíritu crítico, satírico y divertido que marcó a toda una generación. Porque el espacio producido por Globomedia podía hablar de política, cultura y sociedad pero siempre sin perder ese toque característico de humor corrosivo.

¿Y ahora sería posible 'El informal'? No. Simplemente, por una razón: porque las cadenas ya no apuestan por el riesgo. El mejor ejemplo ha ocurrido este verano, donde ha habido una sequía de novedades por parte de los canales, que no han apostado por un espacio estival como hacían antaño. Y es que así nació 'El informal': de una idea veraniega que se fue haciendo más y más grande. 5 años acabó durando aquella locura, de la que luego han bebido espacios como 'Sé lo que hicisteis...' o 'El intermedio'.

Necesitamos más de esto, señores directivos. Más riesgo, más locura, menos ataduras y más caras nuevas. Los espectadores no queremos que vuelva 'El informal' porque, como bien cantaba Sabina, al lugar donde has sido feliz nunca debes tratar de volver. Sólo pedimos que recojan su espíritu, sus enseñanzas, su gamberrismo. Pero, sobre todo, que nunca dejemos de echarnos el pelo pa'trás.

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